Amigos regalan libros

| Rafael Estrella

gato.jpgArgentina es un paraíso para el biblíofilo o para el simple aficionado a la lectura, y no sólo en las míticas librerías de la calle Corrientes. Tal vez por eso, los amigos regalan libros. Si pides que te recomienden un autor argentino, te regalan un libro; si preguntas por los montoneros, también, y lo mismo ocurre si quieres que te sugieran un libro imprescindible. Si visitas otra ciudad, te regalan, por supuesto, un libro, con lo que mi biblioteca de literatura e historia argentina se ha visto considerablemente incrementada. Con algún libro sugerido, otros que quedaron olvidados en Montevideo y, sobre todo, los regalados, mi amigo Jesús Rodriguez me abrió a la bibliografía política argentina; en el mundo literario, Guillermo Jaim Etcheverry  fue el generoso introductor. Así han llegado a mis manos, en una relación necesariamente incompleta, Misteriosa Buenos Aires de Mújica Laínez; los espléndidos relatos de Antonio di Benedetto (tengo pendiente, entre otras, su gran novela, Zama); los Cuarteles de Invierno o No habrá más penas ni olvido, obras de Oswaldo Soriano muy superiores a su Triste, solitario y final e imcluso al inteligente A sus plantas rendido un león. Hasta ahora, de Soriano sólo había leído su entrevista a Cortázar y, por supuesto, su cuento breve El penal más largo del mundo, en que se basa la película. También de generosas manos amigas me llega La revolución es un sueño eterno, de Andrés Rivera (accesible en un zip) o El entenado, de Juan José Saer (todo un descubrimiento). No faltan tampoco las novedades en forma de regalo: además de la edición conmemorativa de Cien años de soledad,  Las patrias lejanas, de Pacho O’Donnell, una historia novelada del exilio español que presentamos en la Embajada de España; o el Cristo vence  de Horacio Verbitsky. El día de España en la Feria del Libro de Buenos Aires también tuve la oportunidad de presentar a Manuel Rivas, que leyó con maravillosa fuerza algunos pasajes de Los libros arden mal. La feria trajo otros libros, entre ellos, uno que me resisto a leer, aunque acabaré haciéndolo: La salud mental y los políticos, reflexiones de un psiquiatra, de José Cabrera Forneiro. El reecuentro familiar ha traído a mis manos libros de poemas que no conocía de Fermín Estrella Gutierrez, como El cántaro de plata, la antología Claro cristal del tiempo o su Historia de la Literatura Española, que fue durante años el manual con que estudiaron muchos argentinos. También, los libros de poemas de sus hijas, María del Mar y Alba. Me regalan, nos regalan también libros antiguos: entre ellos un libro de imágenes de España, con textos, entre otros, de Rafael Alberti y de Alejandro Casona, editada en 1946 por la Unión Internacional de Socorro a los niños y una edición de 1947 de Granada la bella, de Ganivet, un libro que podría inspirar a los candidatos de las próximas elecciones, ya que en él propone «un plan de campaña baratísimo». La joya, el número 1 de la revista Sur. Entre los libros recibidos-recomendados por la asesoría especializada, varios sobre el Ché y dos que destaco muy en particular: Un país al margen de la ley, de Carlos Nino, un clásico necesario y Montoneros, la soberbia armada de Pablo Giussani, un libro demoledor sobre los montoneros y, también sobre el peronismo, del que hoy se escribe en los blogs. Ambos ayudan a entender el pasado reciente -y el presente- de la Argentina, al igual que los libros que me envía otro amigo, Ruben Giustiani. Lo último, una completísima monografía de Carlos Piñeiro, Pensadores latinoamericanos del siglo XX que me trae Torcuato S. di Tella. La ruta de los encuentros y las visitas ofrece también otra forma de regalo, la conversación con autores preferidos como Eduardo Mendoza, Manuel Rivas, Jordi Sierra o Tomás Eloy Martínez, cuyo ensayo El canon argentino sigue siendo una espléndida guía literaria. En medio, naturalmente, hasta cuatro  cinco ediciones diferentes del Martín Fierro (muy buena la edición anotada que me regaló  José Nun)  del que también hay una edición digital. Además, un par de estanterías de de libros editados por instituciones y de compras personales, fruto de mis visitas a las librerías de viejo, a Corrientes o a otras librerías como Clásica y moderna. Si falta algo, basta con seguir el suplemento cultural de Clarín, para mí el mejor del mundo hispano. Magnífico el de la semana pasada sobre el canon literario. kirchner26307.jpgAdemás de los libros, la diplomacia como tarea central, apasionante, intensa (muy intensa), divertida, un tema del que, como ya anuncié, no hablaré en el blog, lo mismo que tampoco hablaré de la política española. Tags:

5 Responses to Amigos regalan libros

  1. miguelnr says:

    Ya sabe lo que decía Forges sobre lo de prestar libros: hay 2 clases de gili******, los que prestan libros y los que los devuelven.

    Cuidado con prestar libros…

  2. Enrique Sorli says:

    Hay quien cuida con manos y ojos. Buenos Aires cuida con libros, la mejor atencion, brazos y mirada siempre dispuestos, para el que no tiene mucho tiempo, como imagino, no tendra el sr. Estrella.

    Felicidades.

  3. Alba Estrella Gutiérrez says:

    Gracias Rafael, por el hermoso comentario acerca de los «Amigos regalan libros», porque la palabra «cura», cordialmente, alba estrella gutiérrez