Hace algo más de dos años, reuní en la Embajada a una docena de personas de diversos ámbitos de la vida argentina para una cena, muy interesante, con el Príncipe Felipe; entre ellos estaban Marcos Mundstock y Ricardo Darín.

El Principe comentó a Mundstock que tenía muchas ganas de ver a Les Luthiers; iba a ir en una ocasión, pero a última hora tuvo otro compromiso.

Ayer domingo, cuando las luces del Palacio de Congresos de Madrid se habían apagado, los Príncipes, Felipe y Letizia, ocuparon discretamente sus asientos, dispuestos a disfrutar de Los Premios Mastropiero. Luego, salieron con la misma discreción y fueron a saludar a Les Luthiers. Hablaron del espectáculo, del humor y de Elena Roger, que estará dentro de tres semanas en Madrid con su gran interpretación de «Piaf».

Me dicen que fue una charla inteligente y distendida, sin ningún protocolo. Espero que me la cuenten cuando vuelvan a Buenos Aires.

El origen de «Protocolo» lo explicó Marcos Mundstock en 2007, cuando la Vicepresidenta les condecoró en Buenos Aires con la Orden de Isabel la Católica:

«La palabra Protocolo viene de ¡pronto Colón!, que fue la primera Orden que dio Isabel la Católica, cuando mandó a Cristóbal Colón a descubrir nuevas tierras».

En la formación del Príncipe, sus maestros no debieron asignar mucho lugar para el humor, pero él sabe, como lo sabe muy bien su padre, que el buen humor, la función liberadora de la risa -en palabras del Príncipe-, es tan importante para un estadista como el conocimiento de la historia, de la economía o de la geopolítica.